Seamos libres que lo demás no importa nada. Entrevista al multifacético artista Dany Fernández
Tarde de mayo, Plaza de los Dos Congresos. Gran encuentro.
Hay veces que te sentás con alguien en un bar y la percepción del mundo, de la realidad, cambia. En realidad vos cambiás. Cuando te levantás de ahí y enfilás por Callao rumbo al subte B, ya no sos el mismo, algo se hizo más ancho, más hondo, y el vitalismo explota.
Yo voy y me siento con un pibito de veintitrés años (diecinueve menos de los que porto) y doy gracias a la vida por tanto. Él dice de sí mismo un rato después de andada la charla: un pibe como yo, villero, drogadicto, presidiario… Y yo pienso, ojalá aunque sea un porcentaje mínimo de la población que no es ninguna de esas cosas tuviera la mitad de tu claridad mental. Pero no, casi nadie de los que deambulan por las calles y que no son ni villeros ni drogados y que siempre estuvieron en libertad -aunque nunca se dieron cuenta-, puede darse el lujo de esa capacidad de profundidad en los pensamientos.
Desde que está afuera Dany trabaja en la Defensoría, participa de la Fundación Deportistas por la Paz y en el proyecto Talleres de artes y oficios culturales para jóvenes en cumplimiento de medidas penales impulsado por la UBA como profesor de escritura; además escribe, está terminando de filmar y editar una película autogestionada, hace rap y estudia. Una bocha de cosas, claramente.
El motivo del encuentro es que en diciembre del 2016 se lanzó el libro Expresos Literarios, antología de jóvenes escritores en contexto de encierro (*) del cual forma parte junto con otros tres chicos.
Los textos reunidos en este volumen fueron producidos en los talleres de lectura y escritura en el Centro Socioeducativo de Régimen Cerrado “Manuel Belgrano” que llevan a cabo las profesoras Sabrina Charaf, Luisina Abrach y Yanina García, quienes además son las compiladoras del material. Los escritores son Dany, Omar, Nicolás y Luis (así, sin apellidos, porque las leyes lo prohíben). También tiene ilustraciones hechas por Veroka Velázquez y está editado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. El prólogo, que es una maravilla, lo hizo Mario Cruz.
Estuve en la presentación del libro hace unas semanas en un centro cultural en Almagro. No es la primera vez que los veo, ya había tenido el gusto el año pasado en el Centro Cultural Paco Urondo en el III ENCUENTRO NACIONAL DE ESCRITURA EN LA CÁRCEL. Ese día, el del Paco Urondo, me quedé flasheada. En Almagro sólo aumentaron mis ganas de contar esto, de hablar de esto, de tocar en esa experiencia aunque sea de costado, desde el lugar que pueda, que es grabador en mano.
Dany ya está afuera, los otros tres pibes todavía no, así que no los conozco en persona.
Tomamos una birra al lado de la ventana en un bar medio caro mientras la gente caminaba apurada hacia cualquier parte. Hablamos horas.
Callao y Rivadavia, Buenos Aires. En el medio de tanto caos se encuentran bellísimos laberintos, alta gente con alta cabeza descolonizando el mundo.
Marina Klein: Dame una pequeña presentación de vos.
Dany Fernández: Bueno, estoy en la calle desde febrero del 2016. Tengo veintitrés años. Estuve adentro cinco, no es tanto como otras condenas pero es una cantidad importante.
M.K: ¿Y cómo llevás estar afuera?
D.F: A veces me agarra un poco de miedo por ahí de no poder sostener distintas situaciones familiares o laborales pero me estoy sabiendo manejar sin recaídas. Digo recaídas porque no salí a chorear, no salí a lastimar a nadie. Mis recaídas son encerrarme en mi pieza a escribir. Les digo recaídas porque me desaparezco, no contesto ningún mensaje, nada.
En un punto estuvo bueno, aprendí un montón de cosas. Igual creo que por ahí hubiera aprendido algo. Antes de estar privado de mi libertad me gustaba mucho la gastronomía, me gusta mucho cocinar. Me imaginaba trabajar alguna vez dentro del ámbito de la cocina. O por ahí pensaba en seguir una carrera pero no sabía bien qué quería hacer. Así que pienso que dentro de las malarias que me hubieran tocado seguir viviendo, hubiese tratado algo. Pero estando privado de mi libertad hubo una comprensión, unas vivencias que me hicieron definir mi camino, que mi camino es por donde yo quiera.
M.K: ¿Estudiaste sociología adentro?
D.F: Empecé a estudiar pero lo dejé, arranqué la carrera nada más. Después, un año antes de que me den la libertad, se me dio la oportunidad de estudiar en una escuela de comunicación, en Eter, y me re copó. Me re gusta el tema de la radio, me re atrapa. Sociología tanto no me interesaba. Fue importante para entender un montón de cosas dentro de la mirada de un sociólogo, de un antropólogo, pero no quería dedicarme a ser sociólogo, entonces ya fue. Así que estoy en Eter ahora.
Es como que lo que vi del trabajo del antropólogo o del sociólogo, yo lo desarrollo en otro lado, en una poesía, en un cuento. Lo vinculo y uso para otras cosas lo que aprendí. Me aportó mucho en el vocabulario, en la manera de comunicar, de hacer comparaciones; pero bueno, no quería estar cinco años escuchando a gente que ni me interesaba. Porque para estudiar una carrera tenés que dejar mucho, y para tener éxito, y yo no quería dejar todo.
M.K: ¿Tenés una hijita?
D.F: Sí, de cinco años. Pero no vivo con ella, vive con su familia materna y la veo los fines de semana. Como que con la familia está todo ahí, medio jodido. No tenemos tanto trato. Con mi hija sí, ella está acostumbrada a verme dos veces a la semana, voy a su casa y me la llevo.
Ahora está mejor, al principio si la madre no caminaba con nosotros no venía. Duro, como una negación, porque sus primeros años yo no estaba.
Estuve muchos meses yéndola a buscar y que no quisiera venir pero bueno, entendiendo que era hasta que ella quisiera venir. Ahora le digo vamos y me dice que sí. Yo estaba acostumbrado a esperar el no pero ahora me dice que sí.
M.K: ¿Con quién vivís?
D.F: Estoy viviendo con dos compañeras que fueron profesoras mías cuando estuve privado de mi libertad. Se nos dio la oportunidad de alquilar una casa juntos porque cuando yo salí había una persona que era operadora mía (de radio) ahí adentro que tenía la casa del padre que había fallecido hacía unos meses. Yo andaba por ahí y teníamos un vínculo re lindo porque estuvimos cuatro años laburando juntos ahí en el Belgrano y cada tanto nos veíamos. Una vez hablando le dije que me quería ir de mi casa porque no me hallaba. Yo me fui y volví después de mucho tiempo, mis hermanas están con hijos, mi hermano con novia, era todo diferente, ya no sentía mi espacio.
Un día laburando con Micol, que fue mi profesora de audiovisuales adentro, y afuera estábamos grabando un video clip, me contó que había una amiga que tenía una casa y que si yo quería nos podíamos ir juntos. Y ahí hablamos con Moni, la amiga de la casa, y nos pusimos a hacer la mudanza. Y ahí estamos, con otra compañera más, Vero, que también se sumó.
Está re bueno, somos como familia. Yo tengo mi espacio, cada uno tiene su espacio y compartimos la casa, la mesa, yo cocino o ellas cocinan, hablamos, nos contamos lo que cada uno hace.
M.K: ¿Expresos Literarios es tu primer libro?
D.F: Sí, es mi primer libro. Tengo otros escritos pero nada más publicado todavía. Todavía no tengo un libro sólo mío. Tengo la idea de sacar uno pero todavía no sé si va a ser de mi historia o un libro de poemas. No lo tengo definido y todavía no tengo el tiempo. Producción tengo bastante, es como que me levanto y escribo cosas, pero después quedan ahí. Yo pienso que tengo que tener por lo menos un libro mío pero estoy metido en tantas cosas que todavía no se dio.
M.K: ¿Cómo llegaron a este libro? ¿Cómo fue la experiencia de hacerlo?
D.F: El libro se inicia en el Belgrano porque a las profesoras que teníamos de literatura, la UBA les da recursos económicos para que ellas los usen en el taller. Entonces hablaron con nosotros y lo que se decidió fue que con parte de esa plata se comprara una computadora para que cualquier pibe, cuando lo necesite, pudiera tener acceso y después quedaba una cantidad que era o para comprar libros y donarlos a la biblioteca o para alguna otra cosa. Ahí surgió la idea que si nosotros teníamos material y nos interesaba publicar algo, se podía usar la plata para eso.
Con la plata que se tenía se hicieron los libros que se pudieron. La facultad se quedaba con una cantidad de libros y otra cantidad se le daba a cada pibe y cada uno podía hacer lo que quisiera con los suyos.
Somos cuatro escritores, tres están privados de la libertad todavía. Entonces es como que cada uno cuando salga tiene una moneda para moverse aunque sea. Está bueno, es una ayuda, es algo que fue generado por nosotros. Es algo que vendemos y lo distribuimos entre todos. Yo podría tener esa plata pero prefiero no tenerla, ya estoy en la calle generando lo mío, prefiero que quede ahí. Ahora estoy compartiendo la experiencia para que esos libros se sigan comprando y esa cantidad de dinero se siga sumando y también para que se siga produciendo.
Y la experiencia en sí fue exitosa, reconocerse como escritor a la hora de escribir. Yo ahora me valoro como escritor, como poeta, el que haya un público que lo lee ya te abre la cancha. Además de saber que eso se puede usar como una herramienta de incentivo. Y con este libro educás porque por ahí un montón de personas que tienen prejuicios y no saben nada de las personas como yo, leen eso y tienen otra idea, entonces es como una forma de educar también.
Yo nunca lo vendo, siempre lo regalo. Voy a institutos a trabajar, a dar talleres de derecho y voy dando. Porque también formo parte de una organización que se llama Deportistas por la Paz que están trabajando en la provincia de Salta promoviendo el deporte y los derechos humanos. Es una asociación que trabaja con el deporte como herramienta de sociabilización, generan un vínculo a través del deporte para poder hablar de derechos humanos.
M.K: ¿Cómo fue que llegaste a trabajar ahí?
D.F: En una charla en una facultad conocí a una de las integrantes de esa fundación y me propuso formar parte. La idea era que yo con mi historia entre a los institutos, les cuente a los pibes lo que me sucedió, cómo había sido mi transformación y que a través de la literatura, del rap, de la radio o de la herramienta que elijan, puedan aprender algo de eso.
Voy a Tucumán o a Salta, entro, cuento mi experiencia, les propongo a los pibes ver cuáles son los derechos humanos y ahí hablamos de la libertad de expresión y lo que se logra a través de la literatura, de la radio, el rap…
M.K: Qué pensás del lugar desde donde escribir, del lugar desde el cual escribís vos.
D.F: Yo soy un pibe villero, drogadicto, presidiario… Cuando digo que escribo, que canto, ya te miran así… Yo puedo escribir y hacer un montón de cosas pero lo que me importa, mi propósito, es que logré cosas y cómo las logré. Entonces eso es lo que comparto con los demás ¿y cómo lo comparto? Escribo. Escribo de mi experiencia, de la cárcel. O escribo de una paloma e igual estoy hablando de cuando estuve en cana. Pero porque también es como un aprendizaje para mí. Lo que yo voy volcando es una manera de terminar de comprenderlo.
Mi propósito es ese, compartir.
Ahora estoy con lo del rap y mi propósito siempre es difundir los derechos de las personas.
Empecé en el rap con mi hermano cuando estaba privado de mi libertad, empecé produciendo su música.
El derecho a la comunicación, la libertad de expresión, para mí es re zarpada.
Cuando comprendí lo que era la libertad de expresión estaba participando de una radio. Y ahí aparece mi hermano con la música que es otro canal de comunicación. Ahí me empecé a meter y empecé a escribir de la policía, los políticos, le hago un rap a mi mamá, a mi novia, a mis hermanos, al amor. (**)
M.K: ¿Y cómo te proyectas en la escritura?
D.F: En el 2013 fue cuando me decidí a transformar mi vida. No fue que me levanté un día y ya está, sino que me lo empecé a proponer porque ya estaba re podrido de un montón de cosas que me estaban pasando, ya no daba más. Ya era o acá me convierto en peón de todos o qué onda; o doy un paso para atrás y veo qué es lo que puedo rescatar.
Ese paso para atrás que hice fue participar en la escuela. A mí todo el tiempo me mandaban a la escuela pero me terminaban sancionando, castigando por no ir. Y no quería, estaba re podrido. Nació mi hija, muere mi papá, había un montón de problemas en mi casa, yo no me estaba llevando bien con la mamá de mi hija, adentro del instituto vivía empastillado, quilombo con un pibe, con otro.
Pero siempre en mi cabeza estaba: la escuela te va a ayudar, la escuela te va a ayudar.
Ahí empecé a ir, por ahí aprendía algo… Y ahí empecé pero me costó. No es ¡ay, qué lindo ir a la escuela! No, a veces no me importaba, a veces no me caía bien alguien.
M.K: ¿La escuela era adentro del instituto?
D.F: Sí, era un CENS. Yo lo empecé desde cero porque cuando terminé la primaria no quise saber más nada.
Y desde ahí hasta ahora logré un montón de cosas, que estando adentro son zarpadísimas. Capaz que en otros lados suceden esas cosas pero en los institutos de menores muy pocas veces. El último caso habrá sido Camilo Blajaquis me parece.
Ahora estoy hace un año afuera y ya viajé, viajé en avión, viajé a provincia, conocí a un montón de gente, estoy en banda de proyectos…
Me imagino de a acá a diez años… tengo salud, tengo más tiempo de vida y si ya pude lograr todo esto… Si dentro de las rejas ya era, con la ayuda de alguien, con el permiso de alguien, ahora que soy independiente, que se me dio un grupo de personas, de vínculos, de redes… Estoy como para batallar la vida.
Pero bueno, a pesar de eso, de herramientas, conocimiento, personalidad, todo eso, a uno por dentro le surgen cosas, cosas que juegan en contra, personalmente, familiarmente y socialmente. Y esas cosas se manejan bien o mal. Para mí las manejo bien en el sentido que no bardeo, no incumplo las leyes. Pero bueno, después yo hago lo que quiero, pataleo, lloro, grito.
Entro a mi pieza y nadie se entera de nada. Nadie sale lastimado, a nadie le falta nada, es dentro de mi privacidad.
Pero bueno, me pasa eso. Si me pasó todo eso y recién escribí esto estando en cana, el día que me ponga a escribir qué fue para mí volver a un instituto como un docente, o estar en los espacios de radio, tocando los equipos, o ir a una escuela reconocida becado, o estar sentado al lado de Lalo Mir el otro día. Sentarse a escribir la vida… Es como que toda la vida yo la veo como contenido.
Ayer entregué un prólogo para un pibe que está adentro que está escribiendo un libro. Me pidieron a mí unas profes que haga el prólogo, les dije que sí, que me re cabía la onda y lo hice.
M.K: El prólogo que tiene el libro de ustedes también es re groso.
D.F: Sí, alta persona Mario Cruz.
M.K: ¿Y están filmando una peli?
D.F: Sí, es una peli que trata de las instituciones (***). Habla de la transformación que se puede hacer, de los vínculos de las personas atravesados por el arte.
A pesar de todos los quilombos con la policía y con el personal de la institución, a través del arte, del vínculo afectivo, se puede producir una nueva realidad.
M.K: La otra vez te escuché hablar del concepto “reinserción social” ¿podés desarrollarlo un poco acá frente al grabador?
D.F: Claro. Cuando se habla que una piba, un pibe, cuando sale de estar privado de la libertad se tiene que reinsertar en la sociedad ¿Qué era la cárcel, no era sociedad eso? ¿Por qué nos reinsertamos? Por qué tienen que evaluar si estamos aptos, si no estamos aptos, si podemos caminar, si podemos compartir. Las cárceles, los institutos están creados por leyes, por personas que forman parte de este Estado, de nuestra historia y de nuestra sociedad.
Están creadas para ellos y ellas que no siguen el camino, que no siguen las reglas. Están puestas ahí como la escuela, el trabajo y, como última instancia, la cárcel.
Un pibe que no tiene estudios, que no pudo estudiar, quiere decir que está descarrilado. Alguien sin estudios trabaja de lo que pinte. No hay de lo que pinte, y bueno, tenemos que comer, la solidaridad no existe en el mundo para todas las personas que la necesiten. A algunos les llega una ayuda y a otros no.
Esas personas que siguieron por ahí desbordados, tienen que pasar por la cárcel. Si antes no mueren, terminan estando en la cárcel. Para que, con esa idea de repensar, de replantearse, de recapacitar, para que luego, cuando esté fuera de la cárcel –que es parte de la sociedad- vea cómo funciona con las reglas que nos impone el sistema.
Y las reglas son la forma de vivir que nos impone el sistema carcelario, institucional.
Entonces siempre me enoja cuando se dice eso porque somos todos parte de la sociedad y yo creo que nadie se reinserta sino que vuelve a la misma realidad.
Hay muchos que estamos encerrados, ahí tirados, porque es así ¿qué hacemos con estos? Tiralos ahí, si sobreviven, sobreviven. Si quieren salir alzando la voz, de alguna manera los vamos a hacer callar.
Este pensamiento lo construí estudiando, formándome, leyendo Fucault y a otra gente, escuchando música y prestando atención a varios docentes.
Entonces es como que la cárcel es otro país, otro mundo. Cuando uno sale de ahí están todos viendo a ver si vas a hacer quilombo, si robás, si matás, si trabajás…
Y primero ¿cómo quieren que trabaje si hay una ley del gobierno que ninguna persona con antecedentes puede trabajar para el estado? E igual en cualquier lado que vayas, si tenés antecedentes, ya es un problema.
Yo por ejemplo estoy en libertad condicional, sigo cumpliendo mi condena.
En teoría no te tendrían que aparecer los antecedentes si ya cumpliste la condena pero es mentira porque cualquier persona que estuvo preso en una comisaria por estar borracho diez años atrás, hoy va a buscar un laburo y le salta, si pasás a tener una causa quedás registrado.
M.K: ¿Tu condena de cuánto es en total?
D.F: Ocho años y ocho meses, y salí a los cinco años. Así que hasta 2020 todavía estoy ahí.
Entonces cuando me hablan de hacer tal cosa para reinsertarme pienso ¿de qué reinserción me estás hablando? si está todo podrido y terminé estando en cana porque está todo podrido y ahora que salgo está todo podrido… ¿Qué querés que haga? Llevame vos a tu casa, dame vos un trabajo. No esperes que una empresa, un negocio, me acepte.
Las personas que no tienen antecedentes ya reniegan y les cuesta conseguir trabajo, bueno, imaginate con antecedentes.
Entonces ¿qué reinsertarse? Vos me estás excluyendo si me decís que me reinserte. A mí me excluyeron diciéndome que me tenía que reinsertar y si me excluyeron ¿cómo se me está respetando? Ya pierdo el derecho a la libertad ambulatoria y encima me excluyen. No soy considerado como un humano, como un sujeto de derecho.
Y en nuestro caso, que somos menores, el juez es nuestro tutor entonces ¿cómo es eso de que no somos parte?
M.K: Veo que en este momento las universidades que funcionan o tienen proyectos adentro están siendo buenos nichos de vínculos, de redes, de laburo, o por lo menos un lugar para empezar a moverse e intercambiar desde otro lado.
D.F: Sí, eso está re piola. Tanto en el CUSAM como en el CUD es que te abre la mente, te hace ver la realidad.
Te hace ver qué derechos fueron vulnerados, qué derechos sí fueron respetados, qué se puede hacer.
Por otro lado el trabajo de campo de un antropólogo… si vos querés saber qué les pasa a los pibes andá y ve, no mirés una película como Tumberos o la serie El Marginal y ya sabés todo. O los periodistas que hablan de los presos. No quieras hacer una investigación con suposiciones, metete.
Por eso es re importante que hay personas que se forman y van a laburar ahí adentro y también es importante que personas como yo, que venimos de estar ahí adentro, podamos volver, que podamos generar.
El vínculo no se trata de sentarse a hablar, tenés que tener empatía, tenés que conocer a la gente, saber qué quieren recibir, qué tienen para dar. No es que vos vas a volcar, vos vas a recibir también.
M.K: ¿De qué barrio sos?
D.F: De Soldati
M.K: ¿Y qué relación tenés ahora con tu barrio?
D.F: Siempre me llama mi barrio, pero ahora solo voy a ver a mi hermano, a mis amigos, a caminar por donde caminaba con mi viejo… Después más no porque es mucho bardo, soy de una villa medio complicada donde todo el tiempo recibís la provocación del otro, la defensa es toda a través de armas. Por ahí capaz que uno me dice ¿qué te haces el escritor vos? Y me quiere agarrar, entonces es mejor evitar algunas cosas. Pero sí, soy del barrio.
A mí me encanta andar por ahí a la noche, a la madrugada. Pero hoy si ando por las calles de mi barrio hay pibitos de quince años que no me conocen y si ando por ahí a las cuatro de la mañana, me estoy prestando para el hecho. No está bueno no poder salir por la delincuencia pero bueno, lo evito.
M.K: En tu biografía en el libro, cuenta como una infancia bastante turbia pero yo cada vez que te escucho hablar de tu papá y de tu mamá, hablás con re amor ¿cómo es eso?
D.F: El espacio donde me crie era bien turbio, había armas, había drogas. Mi vieja siempre me aportó lo bueno. Mi papá tenía el poder ahí, por machista y por hombre. Era así, el hombre en la calle, la mujer en la casa. Mi mamá era más sensible y me transmitió muchas cosas de amor, de sensibilidad, y yo tengo mucho de eso incorporado.
Mi viejo era un bardo. Andaba metido en drogas, en delincuencia… todo un ambiente así. A mi casa iban personas que dejaban el arma así, a un costado, y se drogaban.
Mi viejo me tenía prohibido salir de la pieza pero si tenía que ir al baño o cualquier cosa, lo veía. No es que mi viejo me decía que me siente con ellos. Nunca me educó de esa manera pero no tiene nada que ver. Siempre me llevó a colegios privados, me llevaba a la escuela de música y no me dejaba ir a parar a la esquina, pero yo veía cómo era él.
No se trata de tomá, te doy un montón de plata y listo.
Mi viejo quería que fuéramos abogados o qué se yo. El chabón no quería que fuéramos como era él o su entorno, o que seamos pobres. Él me decía que yo a los veinte años ya tenía que tener una concesionario y vender autos, o me decía vos a los veintiuno tenés que ser abogado y sacarme a mí.
Yo lo que reconozco es que mi viejo cuando ya era más adolescente y tenía un poco más de libertad porque él ya no vivía con nosotros y lo veía por ahí con los ojos colorados, y yo ya sabía y él también sabía, nunca me dijo vení ¿querés una seca o un vaso de cerveza? Yo lo tomo re bien, para mí estuvo re bien que él nunca haya hecho eso.
Conozco un montón de gente que por ahí sí comparte con el viejo un faso o una birra y pareciera que no está mal pero para mí como ejemplo sí está mal.
Yo sé que mi papá consumía marihuana, alcohol, cocaína… y yo también lo hice pero a mí no me da para sentarme con él. Vos sos mi papá y yo tu hijo.
Bueno, mi papá tuvo eso, nunca me incentivó. Y yo tampoco nunca le quise mostrar mirá, me drogo. Él sabía pero nunca nos corrimos de nuestros lugares, de nuestros roles.
Siempre tuvo eso, me decía una cosa pero él hacía otra y bueno.
Y con mi vieja también, hubo un montón de cosas malas que no me gustaron pero siempre fue una luchadora que cuando nosotros estábamos mal recurríamos a ella. Mi papá nos cagaba a palos y ella era la que ponía el cuerpo para que no nos pegue, la que nos iba a buscar a la escuela. No puedo odiarla.
Cada vez que voy creciendo me voy dando cuenta que cada persona tiene una situación de vida. En la villa, en el country, en todos lados hay situaciones de vida, historias de vida que te atraviesan de una u otra manera.
A mí me quedaron cosas de mi mamá y de mi papá pero yo estoy construyendo mi propia historia.
Lo que pasa es que cuando se aprenden a valorar un par de cosas, si les encontrás sentido… Yo antes de caer en cana siempre tenía un arma en la cintura. Nadie iba a poder contra mí.
Y hoy si tengo bronca por las cagadas que se está mandando el presidente, por lo que me dice un compañero de laburo o porque la profesora no explica bien, no me sale la locura así. No me sale la violencia. Las cosas pasan y yo sigo en la mía.
Ahora cargo en un tema toda esa bronca, lo canto. Desde la literatura también podés bardiar, es como la puerta de Narnia.
Está re bueno tener esa libertad, esa herramienta. Vos estás adentro, no podés salir y empezás a escribir en una hoja y te fuiste y volviste. Te vas a otro mundo, a otro planeta. A mí me da la sensación de que me voy.
Yo me encierro en mi pieza para escribir música o literatura o lo que sea, y cuando estoy ahí no estoy en mi pieza, no veo mi pieza.
Como que no hay nada mejor que jugar a ser otro, a ser otra persona. La otra vez escuché a un actor que decía que le parecía tremendamente aburrido las personas que hacen todos los días lo mismo, caminan al mismo laburo, gastan la plata en las mismas cosas, en la luz, en esto o lo otro. Y a mí me pasa eso también.
Yo cuando escribo soy quien quiero. Si quiero escribo una canción metiéndome en el cerebro de Macri partiendo a todos, si quiero me pongo en el lugar de ser yo, cómo vivo, o soy una paloma mirando. Yo creo que si entendemos eso, cambiamos todo.
El libro es buenísimo. Tiene la poética de los desencajados y los furiosos, que es un territorio muy cálido y hermoso donde podemos alojarnos los que no formamos parte de las experiencias mansas de la vida. No dejen de leerlo.
DanyRap POLÍTICOS Y POLICÍAS
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(*) Para comprar Expresos Literarios, este es el enlace
(**) Acá puede verse el video de DanyRap POLÍTICOS Y POLICÍAS
(***) Facebook de la película OID MORTALES
Autora de la entrevista: Marina Klein
Soy autora de De Fauces al Subsuelo y de Danzando entre la Nada y la Furia, ambos editados por Ediciones Frenéticos Danzantes. También dirijo esta revista y la editorial recién mencionada.
Nací en Buenos Aires en el 74, viví en esta ciudad hasta más o menos los 20 años y desde ahí hasta el 2012 anduve por el mundo viajando y quedándome largos períodos en distintos lugares de América Latina. En ese tiempo realicé un tour por distintos oficios, escribí para varios medios crónicas de viaje, limpié casas, hice gorritos de hilo y hasta llegué a tener una pequeña fábrica de joyería artesanal. Desde que volví, además de colaborar con varias publicaciones de habla hispana, hacer libros y revistas, coordino algunos selectos talleres de escritura.
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