El inmolado
Cae la noche en la palabra, cuando escasos momentos ya transcurrieron en que la estela de un adiós devino anécdota en la intemperie de sus pasos. Absorto se repliega en la huella que abandona y hurga impávido en su bolsillo izquierdo. Solo piedras del camino. Declina exánime el poniente, a la vez que coinciden en su ventana palomas grises y la vida que le falta. Inútil se posterga en la indefinición ya llegado el instante y es leve el segundo que lo dilata, para luego rechazarle en cada ignición. A lo lejos se erige el ímpetu de un incendio. Sin mediar palabras, las llamas toman de improviso lo que hasta ese momento creyó su sombra. Le sofoca la angustia de saberse combustible mientras que de a poco arde en silencio, ya que lo inagotable abastece la hoguera y el ahora aún no se acaba. Le sega la lumbre y deviene chasquido de su carne al crepitar en la pira del tiempo. La sorpresa de su hallazgo se disipa en la impostergable combustión de su deseo y anhelo. Para cesar por sí consumido y completar el retorno que incendia todo a su paso. Hecho cenizas, con suerte un recuerdo, cumple su finitud en la despedida al vuelo del viento. Propagando llamas a su andar.
Autor: Miguel Santana Lurua
Imagen de J. Pollock