Shhh...
Callo por fobia a no ser atendido, correspondido.
Callo porque mi boca esta castrada y mi lengua circuncidada.
Callo para interpretar las manchas de aceite de los individuales que pone mi madre entre la mesa y los platos día tras día antes de cenar.
Callo porque me agota el goteo de lo inútil.
Callo por adular al sensato, a la mariposa del calvario.
Callo por caracoles de luz sobre el aire.
Callo por objetivos subjetivos, por objetos sujetos, o por estar sujeto a los objetos.
Callo por incomprendido, por incomprensivo.
Callo con énfasis, por conciliación obligatoria.
Callo por no contradecirme, o me contradigo por no callar.
Callo porque ensayo los silencios atinados.
Callo porque desmayo. Callo por loco, por mucho y por poco, por nada y por todo.
Callo por los rayos, por el destello de ese acto sin espejos, sin reflejos, sin humanos.
Callo por diversión, porque es tarea para el hogar.
Callo por el riesgo y la vergüenza de ser callado.
Callo porque contengo las aleaciones del conjunto de genes de los individuos y de las especies y la receta del pastel de berenjenas que cocinaba mi bisabuela los miércoles por la noche.
Callo porque así fui tallado.
Callo porque en derredor mío se alza un vallado de cartón corrugado con apariencia de sacro.
Callo porque me buscan y aun no me han hallado.
Callo en público para salir de la rutina de callar en solitario.
Callo desnudo en verano, y abrigado en invierno.
Callo por el traqueteo de los trenes sin frenos y por el crujir de los estómagos sin relleno.
Callo por mi curiosidad de arcilla, de ardilla, y por tu temperatura de plastilina, de mandolina. Trovar, rimar, trovar, rimar y así sucesivamente.
Callo por lo alto y por lo bajo, y a veces por mi aliento a ajo o por contemplar un escarabajo.
Callo pero empujo cuando tendría que tirar y tiro cuando debería empujar.
Callo por la incestuosa imbecibilidad de los jinetes sin estribos que montan caballos espoleados con púas ajenas.
Callo embriagado de sutiles y pormenores, de secretos vomitados, de detalles descuidados, de trapitos sacados y secados al sol, de muertos arrojados desde el ropero al paramento de mi fidelidad.
Callo por la brisa de la risa, la que iza tu sonrisa.
Callo por verbo, no por sustantivo.
Callo por rebelde y callo por lacayo.
Callo de nuevo, por nuevo.
Callo por el resto, por los otros, por el resto de los otros, y por el resto de esto.
Callo por miedo, por marzo o febrero, jamás por mayo o enero.
Callo los casos y callo los tallos.
Callo el cemento y la mezcla empleados en la construcción de las paredes donde alojo empatías, simpatías y estigmas.
Callo por que fallo, porque bajo abajo, porque salgo afuera, porque subo arriba y porque entro adentro.
Callo la tenue tenacidad de las cachetadas con la prolijidad de mis mejillas y con el dorso de mis fundamentos.
Callo el interior mismo de la algarabía acróbata, encomendada a saltar y saltar de hombre a hombre, día tras día, noche tras noche.
Callo por disciplina y por diplomacia. Callo porque así lo dispone mi empleo, calladito calladito, y si tenés alguna queja renuncia al silencio, pero no te olvides también de renunciar a tus esfuerzos y mucho menos al sueldo que te pagan las empresas y los gobiernos por estar callado.
Callo para interrumpir los atropellos de la generación generada para generar generalizaciones, gendarmes y generales genocidas.
Callo por monotonía y por arrogancia, callo mi esperanza y mi infancia.
Callo la yema de los dedos y las calles de las llamas.
Callo por dolor y por quererte, o por el dolor de quererte.
Callo a los demás para escucharme, pero cuando callan no sé qué decir, entonces callo.
Callo en el aula y en el trabajo, en el hospital y en los geriátricos, callo en la iglesia y en la mesa.
Callo para intentar ser parcialmente imparcial.
Callo porque estoy encallado en el taller de otras voces.
Callo porque pase lo que pase continuaré callado esperando el silencio oportuno para desempolvar el eco universal de los reprimidos, de los que rara vez tienen algo que decir y son acallados.
Callo por los grises. Callo por incompostura y por compostura, y para impedirme adoptar una postura.
Callo por los callos, y por los gallos.
Callo cuando bailo, cuando canto, cuando bailo y canto, y también callo porque sí.
Callo y luego existo.
Callo por desesperanza, por anhelos diluidos.
Callo por mí, por ti, por él, por nosotros, por vosotros, y por ellos.
Callo por cobarde y por hambre, porque me duele la palabra, porque se derrite el viento entre mis sienes.
Callo por la humedad y por la verdad, por el rocío y por el tiempo.
Callo por inclemencia, por impaciencia, por paciencia, por soberano, por celos y por decencia.
Callo para materializar el espíritu, o para espiritualizar la materia.
Callo por malpensado, por perseguido, por pervertido, para pasar inadvertido.
Callo los improvistos y los previstos, callo las distancias y las prestancias.
Callo de parado y de sentado, también acostado, mientras duermo o cuando sueño (y soñar es eso que el alma hace mientras nosotros dormimos callados).
Callo para incomodar la verborragia de los charlatanes y los obsecuentes.
Callo para deformar el inconformismo simultáneo de los aleccionados en incrementar peticiones unilaterales.
Callo yo y calla mi razón anestesiada por la cercanía de las verdades vedadas.
Callo hasta otro día, el trajín de hoy fue suficiente para mis vocablos de saliva.
Callo con acento silencioso de glicina, de nácar, silencios de cal y arena.
Callo la voz que arraiga fraternidades y remordimientos.
Callo de travieso, callo enloquecido, por añadidura.
Callo y hamaco el silencio para que no llore, luego le canto una canción de cuna y lo devuelvo al ensueño trémulo de las voces subsidiadas.
Callo y se oxidan mis mandíbulas y se estrecha mi lengua y los andamiajes verbales desalojados del desfiladero que circunda mi cuerpo colisionan contra la muralla esmaltada de mis dientes postizos; el espasmo arruga el dintel de mis encías, flacas y derruidas; entonces todo aquello que tengo por decir se repliega indiferente en las proximidades de mi vergüenza mientras las palabras oprimidas se disputan las parcelas resecas de una garganta apartada, arqueando las distancias para precipitarse en torno de las curvas que conforman el arco abovedado donde los discursos y los enunciados encuentran su resonancia distintiva.
Callo porque me refrena el frenillo, el pestillo de la ignorancia.
Callo para desprender el polvo de los anaqueles donde albergo la elasticidad de mis ideales y de mis prejuicios, la vulnerabilidad de mis creencias y convicciones, mis insinuaciones menos vistosas y el astigmatismo de mis corazonadas, entonces callo la fatalidad de mis contradicciones.
Callo a diestra y siniestra, a troche y moche, a rajatabla, a pie juntillas, de pies a cabeza, de ida y de vuelta, de norte a sur y de este a oeste. Callo al mutismo tajante del talante prójimo.
Callo la periferia de mis adverbios y de los epígrafes, la minúscula conjugación de los oxímoron y la invención de palíndromos infestados de originalidad (¿Ese no calla? Allá con ese).
Callo para humanizar el analfabetismo y la indiferencia, la deferencia del invisible movimiento que rige nuestro bienestar.
Callo por experiencia, para plegar los precipicios del vértigo horizontal que atraviesa mis regresiones siderales.
Callo para representar papeles y no papelones (a mis padres les agrada esta manera de callar).
Callo retorcido de tristeza, de esa pena insistente y aplastante.
Callo los gritos oblicuos de las sombras que aún mudas entreveran pizcas de su tumultuosidad.
Callo para sellar las hendijas por donde escapan los anzuelos, callo porque el pez por la boca muere.
Callo para erizar los pliegues disimulados en sigilo de la proximidad de tu cuerpo.
Callo tras enroscar las piezas del engranaje sobre el cual los colibríes reposan sus alas.
Callos los rectángulos de cielo que atraviesan las aves solitarias cuando migran a otro cielo. Callo las nubes donde anidan los secretos de la lluvia y las cadencias de mis secretos.
Callo inspirado en desentrañar la brusca tentativa de encubrir los héroes anónimos y sus estafas al anquilosamiento de turno.
Callo hasta pasado mañana, porque todavía tengo planes para el silencio de hoy y también los tendré para el de mañana.
Callo pese a quien le pese, ojo, de aburrido nomás.
Callo porque los adultos me sugirieron que la afonía es un certificado de madurez, imprescindible para evadirse del influjo de la vida.
Callo y me siento un anaquel de omisiones.
Callo porque soy rebelde sin causa, o por causa de la rebeldía.
Callo porque mi voz no encaja en este sol, nunca se encuentra a sí misma.
Callo por pesimista, porque no me contento con lo que hay dispuesto.
Callo la brevedad de las mordazas colocadas en la periferia de nuestros tabiques con la intención de retrasar los estornudos de evidencia, la auténtica substancia de las emociones.
Callo para que muerdas mi silencio, aunque tus labios sean textuales, y tus besos literarios.
Callo por despecho. Callo sin darme cuenta. Callo encogiendo al mundo en lo tácito, en un montoncito de vacío.
Callo las muertes que a casi nadie le importan.
Callo la comida, lo que me pidan y lo que no también, total callar sólo cuesta un sueño o dos utopías.
Callo so pretexto de la agridulce incertidumbre de encontrarte en silencio, y en silencio jugar, y descubrir que sin esperarme me esperabas, que sin quererlo te quería, que sin tentarnos nos tentaban, que sin besarnos nos besábamos, y que sin saberlo, en silencio, existíamos. Callo pese a nosotros.
Autor: Federico Luis Baggini
Nacimiento: 01 de Agosto de 1987, Buenos Aires, Argentina
Lugar residencia: Buenos Aires, Argentina
Profesión: Bibliotecario / Escritor
Actividades: Integrante de iniciativas que mixturan a la cultura, el arte, lo social y lo comunitario. Algunos de estos proyectos son: Proyecto Literatura Inclusiva, Proyecto FRACCTAL, Proyecto Cooperavidas, Proyecto Sinergia, etc. Enlaces URL a publicaciones electrónicas: www.federicobaggini.com/escritura
Bibliografía:
- Baggini, Federico Luis, (2012). Acariciapájaros y otros cuentos. Buenos Aires: Edición sin marca editorial - Baggini, Federico Luis, (2016). Repeticiones, reiteraciones. Buenos Aires: Edición sin marca editorial - Baggini, Federico Luis, (2016). Agonías. Buenos Aires: Edición sin marca editorial
Facebook:Feder Baggini Mail: fedebaggini@hotmail.com