top of page

Sobre la felicidad


Imagen de James Ensor

Ser tonto, egoísta y gozar de buena salud, he ahí las tres condiciones para ser feliz. Flaubert

La otra noche caminaba con dos amigos más. Íbamos los tres divagando de un tema a otro, y en ese divagar uno de mis amigos le dice al otro en relación a mí: él no es feliz. Por qué pronunció aquella frase, de qué hablábamos concretamente, me lo guardo. La cosa es que en aquel instante mantuve silencio de espectador y después seguimos con otros temas y todo quedó olvidado. Pero solo por un rato. Más tarde aquella misma noche y las noches y los días que le siguieron, aquellas palabras volvieron caprichosamente, obstinadamente volvieron. Y aunque las invité una y otra vez a irse por donde llegaron, se quedaron ahí dando vueltas como si no me escucharan. Y tanto insistieron que al final cedí y tuve que atenderlas como el buen anfitrión que soy o que pretendo ser. Ahora, luego de una charla a calzón quitado, puedo decir: Es verdad, no soy feliz y no quiero serlo. La felicidad esta sobrevaluada amigo querido. La felicidad es una mercancía. Y bien lo sabe ese payaso diabólico que la vende en caja. Qué carajo amigo, no puedo aceptar para mí una felicidad tal. Porque seamos sinceros, para eso hay que olvidar el mundo miserable en el que vivimos. Hay que olvidar la explotación, la opresión, la miseria. No, no puedo olvidar. Pero es más que eso. De alguna forma aceptamos ese mundo en destrucción, porque de no ser así no habría otro camino que la cárcel o el suicidio. Lo aceptamos a regañadientes pero lo aceptamos, pero también cargamos con su peso. Volvamos. Dije que la felicidad es una mercancía. Y hoy es la madre de las mercancías. El mensaje de consumo posmoderno es claro: “Que no duela, que no te importe” Y ahí vienen marchando todos de la mano como un gran ejército de terapeutas, de medicamentos, de gurús, de tratamientos new age, de chamanes, de piedras con poderes mágicos. Y no nos olvidemos de las frases de autoayuda falopa: vive el momento, no te compliques, carpe diem, eres el dueño de tu propio destino, estás viviendo tu propia leyenda personal, el mundo conspira a tu favor. Todo un mercado que produce millones. Un mundo feliz. Guiño, guiño. La publicidad te la vende escondida detrás de otro producto, porque todos queremos vernos lindos, sonrientes y sobre todo "felices" como los de la pantalla o el cartel, con la nueva bebida, el auto o las vacaciones, tipos blancos, de dientes más blancos y futuro arreglado. Todos queremos llegar a ese estado de plenitud, porque mentiría si no te dijera que también yo lo he intentado. Y vamos desesperados por ese libro que nos asegura que todo está dentro de nosotros, que todo está detrás de ese "secreto" que por unos quinientos pesos puede ser nuestro. O que vamos a olvidar el amor de nuestra vida o a tener fortuna después de los geniales siete pasos infalibles. Y compramos esos medicamentos o vamos a la nueva terapia de moda o nos devoramos esos libros esperando. Esperando que llegue la madre de las mercancías. Porque deseamos una vida feliz, patear el dolor, la frustración, el odio, la ira debajo de la cama y sonreír a toda costa para la foto. Tirar un besito si es posible. Y estamos ahí, metiendo los fantasmas debajo de la cama y ya no entran y siguen llegando. Pero no podemos hacer nada, porque la felicidad, así nos dijeron, es fácil, y es tan corto nuestro tiempo que necesitamos que sea fácil. Y bueno ahí estamos, comprando el último libro, tomando la última pastilla, tragándonos las ganas de gritar. Mirando para un costado. Cada uno en su mundo de tranquilidad posmoderna. Sonreír ante todo. Hay otro camino. Yo prefiero aceptar la complejidad retorcida y contradictoria que somos. Prefiero el dolor, la violencia, la tristeza. Prefiero ser ese todo fragmentando que soy, que somos. Incluso lo digo, aunque parezca disparatado, aceptar el goce enfermizo de los momentos más oscuros. La felicidad light que se impone en la cultura capitalista actual no es más que otra forma de control y disciplinamiento enmascarado en una supuesta libertad falsa individual y egoísta de reviente. No intento tomar esa postura agria del intelectual viejo y amargado. Antes que nada no soy un intelectual. Lo que estoy diciendo es que hay que darle a cada sentimiento su lugar, hay que darle a cada parte de nosotros su peso específico. Gocemos de la felicidad cuando llega, mas no la retengamos cuando deba irse. Reconozcamos que no somos eso que intentan imponer que somos. Rebelarse hoy es resistir la tentación de ser feliz.

 

Autor: Cristian Juliá

Autor de Vivir en rebelión y El lado oscuro de la luna, ambos editados por Rey Larva artesanía editorial.

Nací en San Pedro Buenos Aires el 16 de marzo de 1989, viví en Capital y en Baradero provincia de Buenos Aires, ciudad en la que resido en la actualidad.

Encuentros furtivos: Relato inédito.

Punto de encuentro de mis libros:

La libre librería. Bolívar 646, Capital, San Telmo.

Puesto de diarios y revistas del uruguayo. Corrientes y Montevideo. Capital.

Boulevard libros. San Pedro

Oliverio libros. Medrano 490, Baradero.

En Epublire.org se encuentra la versión digital gratuita de Vivir en rebelión.

Facebook: Cristian Juliá

Imagen de James Ensor

bottom of page