Buscar
Ícaro
Sus ojos parpadeaban incrédulos ante el derrumbe y su designio. Sus manos se agitaban inútiles en un gesto desesperado. El crepúsculo era la antesala a la inesperada resolución. Nada quedaba en pie ni testimonio posible. Él, ingenuo y armado de alas elevó la apuesta a un todo o nada. De cara al sol, ya no le bastaba morir e hizo su elección, precipitándose inevitable su hado infausto. Ya visto sus ojos nada detuvo mi caída. Ahora yazgo en algún oscuro rincón de su pupila. Siempre en gestación.
Autor: Miguel Santana Lurua
Pintura: Matisse