La pregunta de morir en el intento
—¡¿Qué estamos haciendo acá?! –dijo, casi a los gritos, y se agarró de los pelos, y miró fijo al suelo, levantándose del asiento.
Eran las seis y cuarentay seis de la mañana en un vagón de la línea B de subterráneos de Buenos Aires, cuando uno de los casi diez que se aprestaban dormidos y despiertos en aquel vagón, se levantó y preguntó una y otra vez:
—¡¿Pero qué es lo que estamos haciendo acá?! ¿Qué estamos haciendo acá? ¿Eh? ¿Qué es lo que estamos haciendo acá?
Postrado contra las puertas del lado que en ese trayecto nunca abrirían, un joven vestido de mensajero céntrico para la ocasión, de lentes negros, mascando chicle, rió. Próximo a él, sentado en los cojines bordó de aquellos viejos trenes, un reparador de celulares de unos cuarenta y siete años, de prominente barriga y pocos pelos (también pocos humores) se disgustó tanto por la risa del muchacho como por la esquizofrenia del hippie que estaba vestido de forma indeterminada y pregunta lo irrespondible; eso era algo que al reparador de celulares le ponía nervioso: no poder sacarle la ficha a la gente por cómo están vestidos.
Frente al reparador de celulares, una señora de unos cuarenta años y una operación estética indescifrable e invisible en su rostro (hecha para desaparecer unas pequeñas cicatrices) vestida de blanco, luciendo unos lentes oscuros también y con dorada y brillante bijuterí en forma de pulseras y collares por casi todo su cuerpo, decidió intervenir:
—¿Se puede callar la boca?
—¡Qué estamos haciendo acá! –insistió el extraño.
La señora de blanco hurgó en su cartera y sacó su teléfono celular tamaño tableta gigante de chocolate con leche. Instagram le consumió el instante aún ante los gritos de aquel extraño hombre, pero una señorita sentada como a un metro de distancia de seguridad la distrajo nuevamente:
—¡Ay, Por favor! ¿Podés dejar de gritar, no ves que estoy embarazada?
La señora de blanco sospechó una mentira, y tuvo que asomarse para echarle una evidente mirada al vientre. Sí, o llevaba puesto un cojín debajo de la blusa (como en las telenovelas), o realmente estaba embarazada. Entonces había que hacer un poco más de silencio.
—¡Tiene razón, oiga!
—¡¡QUÉ ESTAMOS HACIENDO ACÁ!! –gritó de repente el extraño, acercándose de golpe y de un tirón a la señora de blanco, frente a frente. La señora casi muere del susto, pensando iría a ser atacada, pero no lo fue.
—¡Che, gil! ¿Qué estás haciendo? –intervino un oficinista muy bien trajeado, que perdido había estado en la música, los auriculares y el celular, pero el escándalo que estaba haciendo el extraño era más pesado que Van Halen en los ochenta y los mensajes de audio de wasap de Gimena con G (la otra).
El extraño se lanzó hacia el centro del vagón. La siguiente estación era Malabia. Dos señoras gorditas que también habían estado ausentes, se movieron diligentes apenas el extraño quedó más cerca de ellas. Este se arremangó el gamulán, y volvió a revolverse los cabellos como para mala publicidad, y es que quería insistir una vez más:
—¡ES QUE… ACASO… NADIE… VA A RESPONDER … LA… PRE-GUNNN-TA! –gritó el extraño con absoluta claridad. - ¡ES UNA SOLA PREGUNTA!
>>¡Y ME CALLO LA BOCA!
Repentinamente, la señora de blanco se levantó dispuesta a bajarse una antes, en Malabia, cuando cayó en la cuenta que el tren bajaba sus revoluciones para al final detener por completo su marcha. Todavía no llegarían… a Malabia.
—¡Macri y la puta que te parió con tu subte de mierda! –profirió a insultos la señora de blanco. La chica embarazada le echó un flechazo de mirada desde el otro extremo. —Si ¡Macri! ¿O qué te pensás?
La embarazada no entendía si realmente se estaba dirigiendo a ella; no entendía si “la vieja” había sido tan suspicaz en reconocer su menosprecio visual. Dado por perdido, aprovechó el envión:
—¿Y Cristina? ¿Eh? ¿Y Cristina? ¡Dos compañeros de trabajo se murieron en Once!
—¿Y qué tiene que ver, querida?
—¡¡POR QUÉ ESTAMOS ACÁ!! ¡POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ!
La señora de blanco perdió la paciencia y le gritó <<boludo>> al extraño, la embarazada siguió molesta con la “vieja” pero rió igual; el reparador de celulares se ofuscó de todos, el mensajero también se echó a reír, el oficinista intentó desesperadamente mandar un mensaje de texto (pero no había señal en esa trampa mortal que era estar detenidos entre Dorrego y Malabia), y las señoras regordetas se mostraban preocupadas. Olvidados, en un extremo del vagón, tres colegiales de guardapolvo blanco reían de vaya uno a saber qué chiste atrasado, y de rebote, del loco que gritaba por allí.
El oficinista pensó que lo mejor para callar al extraño era haciéndole caso, y entonces dijo:
—¿Por qué estamos acá? ¡Qué se yo, viejo! “¿Qué es la corrupción?” ¡¡Qué se yo!!
El extraño detuvo abruptamente su marcha. No dijo más nada. Lo miró al oficinista. Todos prestaron de repente atención. El extraño respondió:
—“¿Qué es la corrupción?” ¡ESA ES UNA PREGUNTA QUE SE HARÍA UN CORRUPTO! ¡¿QUÉ ES SER UN CORRUPTO?! ¿EH? ¡¿QUÉ ES!? –y así cambió de pregunta, y empezó a no parar de realizarse y realizarles a todos esta pregunta, ahora con mayor frecuencia y velocidad, yendo de un lado al otro del vagón, haciendo estallar en carcajadas a los colegiales, aunque el extraño poco y nada se reía.
—¡Pero vos también, para qué le hacés otra pregunta! –dijo la señora de blanco, aprestada contra la puerta como si fuese a abrirse ahí mismo, en la nada, entre Dorrego y Malabia. Ratas y electricidad eran lo único que del otro lado podían esperarle.
—¡Ahora decí, dale, decí ahora que la culpa también la tiene Macri, eh! ¡DALE! –se burló la embarazada, no sin sostenerse la panza a causa de pequeñas tajadas de risa que parecían replicarse en su interior.
Las señoras regorditas pegaron un grito al cielo, cuando el extraño, en medio de tanto preguntarse, se desplomó en el suelo de forma súbita. Segundos más tarde, ante la atónita mirada del resto, todo parecía indicar que había muerto, aunque nadie pudiese creerlo. El oficinista fue el que enloqueció, y empezó a viva voz a preguntar “¡QUÉ ES SER UN CORRUPTO, POR DIOS! ¡¿QUÉ ES SER UN CORRUPTO?!”.
Un clima siniestro invadió el vagón.
Los minutos pasaban, nunca habían llegado aún a Malabia, y los nervios de la señora de blanco estallaron junto a los del reparador de celulares, que se levantó a discutirle en las fauces:
—¡Cálmese, vieja! ¡¿No se da cuenta de que nos está poniendo nerviosos a todos?!
—¿Yo? ¿Nerviosos a todos de qué? ¡Si el que está loco es ese! ¡¡Y el otro, muerto!!
El chico de la mensajería y las señoras rellenas intentaron calmar al oficinista que parecía perturbado por la muerte del extraño, y entonces repetía la pregunta que desencadenó la muerte del existencialista.
El mensajero se acercó al oficinista, y puso en práctica algo que creyó haber aprendido en su abandonada carrera de psicoterapeuta:
—Quedate tranquilo, papá, quédate tranquilo..
—¿PERO ME PODÉS DECIR QUÉ ES SER UN CORRUPTO?
—Dale, vieja, basta. La pregunta en todo caso no es esa, la pregunta sería ¡Qué es robar! Porque parece que eso es lo que se preguntan los corruptos, piensan que “un poco” no es robar, o que lo que roban no es robar. Entonces ¿Qué es robar? –preguntaba el mensajero cuando el oficinista sintió un mareo que lo hizo desvanecerse muy lentamente. Las señoras estallaron en pánico, al igual que la embarazada (que se levantó horrorizada del asiento), y los hasta entonces discutiendo: el reparador de celulares y la señora de blanco. Los colegiales se pegaron el susto de sus vidas cuando el oficinista también se desplomó. Pasaron dos minutos. No respiraba. No se movía. Algo azul se le puso en el rostro; el oficinista había muerto. Y a Malabia nadie había llegado.
Una voz por los altoparlantes avisó oportunamente:
<<SEÑORES PASAJEROS, ATENCIÓN, SEÑORES PASAJEROS, ATENCIÓN: SE INFORMA QUE… LA FORMACIÓN… SE ENCUENTRA DETENIDA CON DESTINO A ESTACIÓN MALABIA POR FALTA DE… RESPUESTAS, ATENCIÓN: LA FORMACIÓN CON DESTINO A MALABIA SE ENCUENTRA DETENIDA POR FALTA DE RESPUESTAS>>.
Todos se miraron indignados. Todos iban a morir.
Autor: Alejandro Pompei
2009 – Primer Premio concurso literario internacional y multilingüe del Centro Cultural del BID por relato corto “LA DISCIPLINA DE LA FELICIDAD” http://events.iadb.org/calendar/eventDetail.aspx?lang=es&id=6532011-(…) Inicio carrera de Licenciatura en Letras UBA2012 – Sin editar, novela “LOS RETRÓGRADOS”2013 – Sin editar, cuentos y poesías reunidos en “UN PASEO NOCTURNO JUNTO A OLIVIER MISSÓN”
2014 – Oferta de publicación a cargo en el VII concurso de Ediciones Oblicuas por “UN PASEO NOCTURNO JUNTO A OLIVIER MISSÓN” (oferta realizada al 8% de 500 obras participantes)
2014* – Finalista (1 de 10) en el segundo Concurso Internacional de Novela de Pukiyari Editores (200 obras participantes) con “LOS FULGORES DEL SEXO EN LA TIERRA SIN LUZ”2015 Agosto– Preseleccionado entre 20 finalistas para publicación gratuita en convocatoria ROI de la Editorial Dunken con “LOS FULGORES DEL SEXO EN LA TIERRA SIN LUZ” .
2016 Sin editar, cuentos y poesías reunidos en “VIEJURAS y otras poesías” / “LA PREGUNTA DE MORIR EN EL INTENTO y otros cuentos”
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