Un cuento para el insomnio
Después de un largo día de trabajo, la enfermedad y la violencia se sentaron a la mesa, conversaron dulcemente mientras se tomaban de la mano.
-¿Qué tal tu día?
-Aquella mujer está cada día peor.
-¿La que quedará ciega?
-Sí. Es necedad pero los humanos lo llaman ansiedad. Y aún no sabe lo que le espera.
-¿Más de lo mismo?
-Tal vez. Aún no me decido. Ya me ayudará el sistema de salud. El diagnóstico llegará tarde.
-Suele pasar.
-¿Y tú?
-Nada nuevo, sucede siempre lo mismo: la ira se desata con un arma en la mano, el caldo de cultivo de mi presencia… Hay un muchacho.
-Cuéntame.
-Un muchacho, casi niño. Se cree fuerte. Invencible. Ama su moto y su celular. Se fue a gozar de las ferias de un pueblo.
-¿Qué pasó?
-Le robaron todo. Puso el denuncio en la policía y, ¡oh, sorpresa!, lo recuperó.
-¿Y?
-¿Has visto cómo las cosas valen más que la vida?
-Ah. Entiendo.
-Sí. Un disparo. Uno solo.
-Suele pasar.
-Sí, últimamente hay poca novedad.
-La muerte estará contenta.
-Como debe ser…
-¿Y si las cosas fueran diferentes?
-¿Cómo?
-A veces… algunas veces quiero acercarme a esa mujer que pronto no estará, poner mi mano sobre su hombro y susurrarle: “todo estará bien, el fin está cerca”. O tomar en brazos a aquel niño que sufre, arrullarlo hasta que sus ojos se cierren.
- ¿Consolar? ¿Acaso la enfermedad consuela? ¡Un oxímoron! Es aún peor: ¡un absurdo!
-Tienes razón, no me hagas caso… Ahí viene el pequeño… Ven, bebé, hijo mío de mi corazón.
-Míralo, tan sano, tan seguro.
-Siéntate a la mesa, ya te sirvo la comida.
-Es un digno hijo de sus padres.
-Está en boca de todos.
-Ja, ja, ja. Lo sé.
-Es una belleza.
-Y crecerá grande y fuerte.
El hijo consentido se sentó a comer pensamientos oscuros, tenebrosos, nauseabundos. Lo nutrían las imágenes. Y el encierro. Los humanos lo alimentaban día tras día sin darse cuenta. Como lo predijo la violencia (¿o fue la enfermedad?), crecería hasta convertirse en el más grande de todos, el más fuerte, el invencible.
Miedo es su nombre y puede ser muchas cosas al tiempo.
Autora: Esperanza Ardila B.
Antropóloga. Aficionada a la literatura. Autora de artículos académicos y textos de ficción.
Ilustración de Bárbara Murchi
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