Lo que dicen todos
No dormir con tantos pensamientos. Todo el universo late en mi cabeza. Me pesa haber sido tan necio.
Hace tiempo estoy tratando de exorcizar los fantasmas que dejaste en mi piel, que se apoderaron de cada rincón de mi casa. Me muevo solo para ir al baño, rara vez a la cocina. Estoy roto.
Prendí el celular. Estaba atestado de mensajes del Ministerio. Me están por echar. Eso dicen. Pero: ¿a dónde voy a ir?. Soy un adicto con un tremendo síndrome de abstinencia. Un remolino de nervios con ganas de nada.
Junté fuerzas y caminé hasta la ventana. Prendí un cigarrillo y después otro. Recordé tus manos. Siempre estaban frías. Me enojaba cuando me tocabas por sorpresa. Es extraño las cosas que uno recuerda. Me siento estúpido. Solo y estúpido.
Abrí la ventana. El mundo sigue siendo un lugar hostil. En estos tiempos se ha puesto peor. Por un momento pensé en cerrar todo y meterme en la cama con los espectros otra vez. Qué mierda me importa, si estoy perdido en una niebla de nostalgia eterna.
Fijé la mirada en un bulto pardo en el asfalto. Es un perro, creo, cruzando la calle esquivando unos camiones enormes cargados con contenedores. Cerca del semáforo un policía gris se rasca la cabeza con la gorra en la mano. Al mundo le importa tres cuernos mi soledad infinita. Tu ausencia absurda. Unos guardapolvos blancos le hacen señas a un “Norte”, que pasa de largo. Dos chicas se ríen cómplices y se dan un beso. No somos nada, me digo, y boxeo otro mal recuerdo.
Las sombras anuncian la llegada de la noche, me arrastro hasta la cocina y me acurruco cerca de la mesa, contra la pared. Huelo el recuerdo del perfume de tu pelo y atesoro retazos de palabras de nuestra última conversación. Algo dijiste sobre el último disco de Bowie. Algo acerca de brillantes y estrellas cuando el sol pega en el vinilo. Estoy enfermo.
Camino a los tumbos los tres metros necesarios para llegar al baño y abro el grifo de la ducha. Camino los tres metros necesarios. Abro el grifo. A los tumbos. El agua lava las heridas. Eso dicen todos. Yo siempre desconfié de los que dicen todos…
Autor: Leandro Fontela
Mi nombre es Leandro Fontela. Nací en la ciudad de La Plata.
Soy trabajador estatal. Papá de Luca y de Simón. Cantante de pocas notas en Supernadie.
Amo leer y no hace mucho me animé a escribir algunos cuentos.
Foto tomada de