Solo de vagina contralto
La vida solo vale por el placer; quien lo goza, deja la vida con pena; el que sufre, saluda a la muerte como amiga. Pero quien pretende gozar, tiene que tomar la vida en el sentido antiguo, sin avergonzarse de caer en la disipación…
Leopold von Sacher-Masoch.
Entré al museo y de inmediato caminé hacia la sala donde exhibían El origen del mundo, era esa la cuarta ocasión que visitaba y contemplaba esa obra de Courbet1, el guardia que custodiaba la pintura, pareció reconocerme, o advertir que podría cometer un crimen contra ese óleo, después que tomé asiento en una banca, se paró a una corta distancia de mí; desinteresado, posé mi vista, como si se trataran de mis labios, sobre el vello púbico de la modelo retratada, aspiré aire, intentando reconocer el aroma. Mi enfoque intentó penetrar ese cuadro pero fue distraído por decenas de recuerdos que vinieron a mí, algunos como alegorías iconográficas, unos más como visiones, otros funestos.
En mi mente las más oscuras elucubraciones me vencían, dominada mi cabeza, solo restaba acatar esos caprichos. Mi contemplación, caótica, voló hacia el pliegue divisorio que descendía de esa vellosidad, donde se advertía, o al menos así yo lo vislumbraba, las nalgas más resueltas al placer; cuando detuve la vista en los senos, fui distraído por alguien quien tomó asiento a mi lado, de reojo reconocí que se trataba de una mujer, entonces mi abstracción ya no fue totalmente hacia la pintura, ahora esa atención divagaba entre ese par de mujeres, la desnuda y la vestida, la retratada y la sentada, la muerta y la viva, de la que me preguntaba ¿por qué se sentó a mi lado, por qué no permaneció de pie? ¿Quería como yo observar la obra cómodamente, se me insinuaba, ninguna de las dos? Y yo, ¿por qué no me concentraba en mi contemplación y ya, por qué siempre las mujeres violentaban la fragilidad de mi serenidad? Mientras divagaba con esos cuestionamientos, la mujer, la vestida y la sentada y la viva, salió de la sala, por mi cuenta, hice lo políticamente correcto, es decir, no dije nada, ni siquiera la miré, pero mi mente, incorrecta, imperfecta, incierta, inoportuna, disconforme, ajena y disidente, solo exigía una cosa, ve por ella, orden que no ejecuté, ¿por comportarme maduramente? ¡No! ¡No lo hice por COBARDE! Después me fue difícil recobrar la reflexión por la pintura, solo divagaba, de modo que salí con una determinante solución, ir a beber.
Fui a un bar en la colonia Juárez, refinado y snob, defectos que no eran de mi agrado, pero asistía ahí por la música que era incomparable, por la luz ambiental, fúnebre como el decorado; la cerveza, corría a mares y yo no hacía nada para detener ese curso, me dejaba llevar por esa marejada de cerveza negra, que era impulsada por las olas sonoras de Touch Me2, pues la cadencia del sintetizador, más el acento del canto me hacía pensar en amores perdidos, en la futilidad de mi vida; esa canción me desterraba, me deponía, me expulsaba fuera de mí, lo que era muy reconfortante, pues no ser yo al menos durante la duración de la armonía, era un gran premio para la humanidad.
- ¿Tomas para olvidar, para darte valor? – Escuché que una mujer preguntó. Di otro sorbo, sentí un golpe - ¡Sí, a ti te hablo! – Reaccioné con asombro reconociendo a quien hacía la pregunta, era la mujer del museo. Me tomó por sorpresa, el golpe, la pregunta y quién tenía la duda.
- ¿Beber? – Atiné a responder, y sin pensar, continué - ¡Siempre! Siempre y cuando se trate de tu entrepierna y de esta botella de cerveza; ¿beber para olvidar?... no, pues siempre se recrudecen mis malestares; ¿beber para darme valor?... tampoco, pues soy aún más torpe y mi mente aletarga todo. Solo bebo por placer, bueno, en realidad, todo lo hago por placer, bueno, en lo que tengo elección, y como contigo no la tendré, bebo de lo otro – Lo recién dicho surgió tan natural, que aparentar ser un hombre adoctrinado en los más estrictos regímenes educativos, incluso me tomó desprevenido; también sentí un desahogado confort que resguardó la farsa de la frase.
La espectadora de pinturas quedó atónita con lo recién dicho por mí, pues conscientemente no reconoció esa entereza, falsa sí, pero entereza al fin; algo la puso en alerta, la mujer no distinguió si fue la seguridad o lo profano de la respuesta, que parecía más una impugnación; incluso había algo en la réplica que le provocó un miedo seductor que la dejó muda, no supo qué decir, yo, cabeceando imperceptiblemente, regresé la mirada a mi botella continuando disfrutando de la cerveza y de la música. La mujer se alejó, yo mantuve mi lugar en la barra, dándole la espalda a los parroquianos, a la ciudad, al mundo entero.
La música, en complicidad con la cerveza sometió a mi angustia, solo imagina, después de Touch me siguió The Woods, de una tribulación que flagela la esperanza; en seguida, la mezcla sonó Gathering dust, una sombría pieza escondida en los surcos de las 33 1/3 revoluciones por minuto, que con sus teclados tributa a Martin Hannett; después alterna con Teen age riot y su ritmo resuelto a la libertad, posteriormente irrumpe Love like blood, que desborda una bravura proveniente de la desesperación y el agobio; continua A means to an end, bautizada en la destruida pila del punk, y bañada con una voz cavernosa, de una sordidez sepulcral; y para finalizar, Commercial3, qué viaje a las entrañas del abatimiento, una mezcla perfecta de psicodelia y oscurantismo musical, casi fúnebre; fue un gran set, de modo que quise hacérselo saber al pincha-discos, tomé una servilleta y escribí, “Hang the D.J.4? No, no secundaré lo dicho por los Smiths, todo lo contrario, lanzo vivas y hurras a la música seleccionada y cómo fue mezclada”, escribí tal y como me lo permitió mi pulso después de varias cervezas. Le pedí al mesero entregara la nota a quien correspondiera, continué con lo mío, que ya no era mucho.
Transcurridos algunos minutos, el mensaje me fue devuelto en francés, Quant à moi: Peu dormi, vidé, brimé / J'ai dû dormir dans la gouttière / Où j'ai eu un flash5, el titular de la escritura firmaba con una “P”, en la misma servilleta con mis jeroglíficos que fue arrojada sobre la barra, enfrente de mí, el mensajero ya no era el mismo, incluso bullía en otro género, yo, el más monolingüe de los hombres, quedé confundido.
- ¡¿Te gustó la música, te gustaron las mezclas?! – Preguntó increpándome la DJ, que era la mensajera y también la observadora furtiva de desnudos. Quien quedó atónito fui yo, persistí petrificado durante algún momento.
- Sí… - Respondí tartamudeando.
- Tengo algo que puede gustarte aún más – Mencionó con todo el artificio que le permitía tener ahora el poder - ¿quieres saber qué es? – Remató desajustando el cierre de su sudadera y al mismo tiempo abriendo las piernas – El origen del mundo no es nada comparado con esto - Se frotó ahí en medio ¿A qué se refería, a lo poblado del vello, a la forma de la entrepierna, a la insaciabilidad, acaso a la propagada sugestión? ¿Por qué no le preguntaba? Una vez más la cobardía se hacía cargo de lo que tenía por seguridad, es decir, nada - ¿Sabes? – Preguntó y después se confesó – No tienes idea cómo me sedujo lo que respondiste cuando te pregunté los motivos por los que bebías, me puso… digamos que me ilusionó – Cuando escuché la última palabra, sabía lo que sobrevendía, desilusionarla, nunca cumplía con las expectativas, siempre quedaba a deber, estaba muy por debajo del promedio – De hecho la última canción que puse, la dejé sonando para ti, lo escrito en la servilleta es su letra, me encanta el sonido del saxofón, es un instrumento que me posee hasta el delirio, me persuade sobremanera, incluso lo práctico.
- Ah, entonces lo que escribiste es Ca plan pour moi, solo sé el título de la canción, que ni siquiera sé que significa, solo me gusta y ya - ¿Por qué respondí eso, por qué no profundicé en lo que le provocaba el saxofón? ¡Agh! No mentía cuando le respondí que el alcohol aletargaba mis pensamientos ya lentos - ¿Y la “P”, qué significa?
- Perpetua… ese es mi nombre, eso quiere decir la “P”. Resueltos los enigmas escritos, nos dispusimos a beber, bueno, yo continué con eso y ella apenas iniciaba, eso sí, parecía resuelta a emparejarme. Después el sonido del bar dio paso a las mezclas de otro DJ, Venus in Furs fue su alfombra roja que tendió a nuestra plática que se encendía vertiginosamente - Bien sabes tú que soy una mujer de piedra, la Venus de las pieles, tu ideal. Arrodíllate y adórame6 – Dicha la sentencia, Perpetua soltó una estridente carcajada que hizo eco en mi soledad, donde también sopló tenebrosamente, desperdigando angustia sin reparos, vista solo en los demonios más insolentes; ahí, en mis adentros, grité, desesperado y angustiado para esas tierras baldías, inhóspitas e infranqueables.
- ¡¿Qué?! – Pregunté entre excitado y atemorizado.
- ¡Vámonos de aquí! – Dio algunas instrucciones a un par de hombres, tomó unas cervezas y luego mi mano. Salimos. La noche, la música y Perpetua formaron la más honrosa de las revueltas, atentaban en contra de todas las leyes, las morales y las cívicas, era grandioso y yo me encontraba en medio de esa turba subversiva.
Una de sus manos cargaba las cervezas, la otra apretaba mi mano, así podía dirigir el rumbo tambaleante de mis pasos, mientras caminamos entre algunas residencias porfirianas ensombrecidas por el paso de los años, me platicó una historia de los antiguos residentes de esas mansiones. Fue un trayecto corto hasta el edificio en donde ella poseía su morada. Entramos en su departamento, sirvió un par de bebidas, fue al baño y puso música, John Coltrane, lo que confirmaba la lóbrega naturaleza de Perpetua y su gusto por el saxofón. Escuché un abrir y cerrar de puertas, después su voz me llamaba desde el fondo del apartamento; cuando llegué a su habitación, vi la más viva y cautivante de las representaciones de la pintura que había visto unas horas antes, este reemplazo, de más carnes que hueso, tenía rostro, y era igual de persuasiva y sugerente, se exhibía solo para mí, se mostraba indomable, insumisa, voraz; se exponía irreductible ante mis endebles sentidos, era ella una obra maestra de la lujuria.
- Arrodíllate y adórame – Volvió a repetir.
Esa mujer, que era la pintura y las cervezas y la música, separó sus piernas, entonces la pincha-discos se convirtió en el deseo, la embriaguez y el deleite; cuando tocó con sus dedos su tesoro rosa, instigándome al éxtasis; derretido, contemplé la escena más grande de lujuria, seducido, me toqué lentamente sin dejar de mirar ese altar, al que le ofrecía mis deseos, posteriormente me enfilé hacia el origen del mundo, mi lengua intentaba emular los trazos de Courbet mientras ella diseminaba sus óleos.
Posteriormente, mientras se escuchaba In a sentimental mood7, ejecuté una rapsodia, repiqué un solo de vagina contralto, un solo de vagina tenor, un solo de vagina barítono y un solo de vagina soprano; Perpetua, por su cuenta, clamó mi cuarteto con el mismo número de orgasmos.
1 Courbet, Gustave, 1866, El origen del mundo, Paris, Museo de Orsay.
2Lavelle, James, Touch Me, (Unkle y Leila Moss), Unkle Sounds, (CD), Londres, Inglaterra, Global Underground. (2015)
3The Fall, The woods; Modern English, Gathering dust; Sonic Youth, Teen age riot; Killing Joke, Love like blood; Joy Division, A means to an end; The Jesus and Mary Chain, Commercial. Martin Hannett, productor de Joy Division.
4Hang the DJ, (Cuelguen al D.J.), coro de la canción Panic, The Smiths.
5En cuanto a mí: Sin dormir, vacío, acosado / Tengo que dormir en la alcantarilla / Donde tuve una idea. Fragmento. Plastic Bertrand, Ca plan pour moi.
6Sacher-Masoch, Leopold von, 2008, La venus de las pieles, México, D. F., Axial, pag 136. El término masoquismo proviene del apellido Masoch.
7 John Coltrane, In a sentimental mood.
Autor: Julio César Osnaya Guzmán.
Julio César Osnaya Guzmán, (Distrito Federal, México, 1971). Ex estudiante, ex remero, ex joven; padre, emprendedor, lector. Escribe guion de radio, artículo y ficción. Próximo a publicar su primera novela.
Twitter: @34bogas