Plastic lovers
Sueño que hago el amor con Mariya Takeuchi. Cuando me despierto, me doy cuenta de que en vez de estar en una suite en primera clase de un hotel de Tokio, estoy en mi cuarto. Me levanto y prendo la computadora. Entro a Youtube y pongo Plastic Love, de Mariya Takeuchi. Cuando Mariya empieza a cantar, lloro por 2 minutos.
Voy a la cocina y preparo un café. Lo tomo sin ganas. Vuelvo a mi cuarto y agarro una copia de El Almuerzo Desnudo que está sobre mi mesa de luz y lo abro en una hoja al azar. Empiezo a leer y las imágenes grotescas y pornográficas que transmite Burroughs me hacen reír. Dejo el libro en la mesa de luz y me quedo pensativo. De repente, se me ocurre la idea de fabricar mi propio cut-up.
Corro hasta la cocina y busco diarios y una tijera. Vuelvo a la pieza y me pongo a recortar palabras y frases, desaforadamente. Casi me rebano los dedos. Cuando termino, las mezclo en mi mano, tratando de no mirarlas. Empiezo a armar una frase. Cuando termino, el resultado es este:
El niño de los dibujos siempre mira por encima de sus hombros. Siniestro episodio acompañado de lluvias intermitentes. El gobierno reza por los caídos.
Me quedo mirando la boludez que inventé. Pienso que mi creatividad es malísima y lloro por 5 minutos. De repente, el timbre de mi casa suena. Voy a la puerta y abro. Es Ariana. Me saluda con un beso en la boca y entra en la casa. Cuando me vuelve a mirar, se da cuenta de que tengo los ojos llorosos.
“¿Por qué llorás?”
“Porque… Te extrañaba”.
Ella se ríe y me vuelve a besar en la boca. Le saco la ropa y la tiro en la cama. Me saco la ropa y empezamos a coger. Cuando terminamos, nos quedamos acostados en mi cama mirando el techo.
“¿Te pinta ir a un curso de japonés conmigo?”
Ella está mirando Instagram con su celular. Me echa una breve ojeada y se vuelve a concentrar en su teléfono.
“No”.
Me quedo pensativo un rato. De repente, se me ocurre una idea.
“¿Alguna vez te excitaste con un dibujito de la televisión?”
Ella me mira como si estuviera loco. Después se ríe y dice:
“Cuando era chiquita me gustaba Goku, de Dragon Ball”.
“¡A mí me gustaba Bulma!”
Me mira como si fuera un pajero y vuelve a mirar su celular.
De repente, se me escapa un pedo tremendo y oloroso. Ariana me caga a puteadas y me dice que tire desodorante. Me levanto en pelotas y voy a la cocina a buscar desodorante de ambiente. Cuando vuelvo, ella se está vistiendo. Tiene cara de desagrado y se tapa la nariz con los dedos. Yo tiro desodorante por toda la pieza. Me acerco a ella e intento abrazarla pero me corre.
“Me tengo que ir”, dice, mientras se abrocha el corpiño.
“¿Adónde?”
“A ver a mi vieja”.
“Mentira”.
“¿Qué mentira, boludo? En serio te estoy diciendo”.
“No quiero que te vayas”.
Ella se ríe sarcásticamente.
“No es mi problema”.
“Recién llegás”.
“Sí, y ya me tengo que ir. En serio, tengo que ir a ver a mi vieja, nene”.
Se desenreda el pelo con un cepillo. Se pone la remera y me mira.
“¿Me abrís?”
“¿En serio te tenés que ir?”
“Sí man, qué denso que te ponés”.
Me quedo mirándola. Sigo en pelotas. Intento abrazarla y darle un beso pero me vuelve a correr.
“Mañana te hablo”.
“Bueno, ahí te abro”.
Agarro las llaves y la acompaño a la puerta. Cuando se va no me da un beso en la boca. Cierro la puerta y vuelvo a mi cuarto. Me acuesto en mi cama, desnudo. Las sábanas y las almohadas están impregnadas con el perfume de Ariana. Lloro por 10 minutos, abrazado a una almohada. Me levanto de la cama y me visto. Entro a Youtube en la computadora y pongo una Peel Session de The Cure, del año 1980. Cuando empieza a sonar A Forest, me siento mejor.
Voy a la cocina y abro la heladera. Saco un paquete de hamburguesas y las pongo en la plancha. Empiezan a largar un olor muy rico. Al rato, las doy vuelta y les agrego pedazos de queso mantecoso. Abro el aparador y saco pan de salvado. Separo cuatro panes y les pongo mayonesa y kétchup. Vuelvo a la heladera y saco una lechuga y tomates. Los lavo con agua y los corto. Le agrego pedazos de lechuga y rodajas de tomates al pan. Cuando el queso está derretido, apago la cocina. Saco las hamburguesas cocinadas y las pongo entre los panes. Pongo todo arriba de un plato y vuelvo a mi cuarto.
Apago la computadora. Me siento en la cama con las hamburguesas y busco el control de la televisión. Lo encuentro y pongo Netflix. Me quedo 5 o 10 minutos tratando de elegir algo. La comida se enfría. Al final, pongo un documental sobre la segunda guerra mundial a color. Empiezo a comer un Paty mientras en la pantalla de la televisión caen bombas. Luego aparecen imágenes de los prisioneros de los campos de concentración nazis. Pienso que Ariana nunca probó un Paty hecho por mí y lloro mientras como. Hitler se mueve como un desquiciado y da órdenes. Un ejército de soldados nazis marcha en perfecta armonía, flameando banderas de las SS. Se me chorrea un poco de kétchup. Termino de comer y me levanto y llevo el plato a la cocina, pero no lo lavo. Vuelvo a la pieza y bajo las persianas. Me acuesto en la cama y miro al presidente de los Estados Unidos diciendo que los japoneses bombardearon Pearl Harbor. Al cabo de un rato me duermo.
Vuelvo a soñar con Mariya Takeuchi. Pero esta vez no estamos haciendo el amor. Estamos en un karaoke de Tokio y ella canta una de sus canciones mientras yo como piezas de sushi. Me mira directamente a los ojos y canta: “baby baby, don’t look so sad. There’s gonna be a better tomorrow”.
Autor: Gabriel Dolce
Imagen de Picasso