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Voluntarias en la noche

PRÓLOGO

Hoy empieza mi vida de jubilada a los sesenta años, después de haber trabajado con niños, adolescentes y adultos durante treinta y seis cursos escolares. Mi espalda ya no aguantaba más y protestaba sin parar de tanto agacharse para escuchar a los alumnos de ciclo inicial de primaria, para ver sus trabajos o ayudarles con ellos, porque han sido niños y niñas de seis a ocho años a los que he dado clases durante los últimos ocho cursos. El último sin terminar, porque ya tenía la edad mínima para ser pensionista.

A las nueve y cuarto ya estaba de vuelta del gimnasio, con ducha incluida. Me he puesto a leer el libro A Fine Balance, que es la novela de la que hablaremos en la próxima reunión del club de lectura en inglés, pero se me cerraban los ojos, y, aunque me hubiera venido bien dormir un poco, no he podido. Estaba nerviosa porque empezaba una nueva etapa como voluntaria. Desde hace más de diez años colaboro con una ONG que tenía su sede cerca de mi casa. El día que me presenté para ayudar en lo que necesitaran, me dijeron que, aparte de ofrecer asistencia sanitaria, psicológica y legal a inmigrantes, salían varias veces por semana para ofrecer café, chocolate caliente y galletas, además de facilitar preservativos y lubricante, a las prostitutas que se repartían distintos puestos en las carreteras de acceso a la ciudad. Comencé a ayudar a Mari Ángeles, psicóloga de la ONG, durante las vacaciones escolares, porque, antes de jubilarme a menudo estaba afónica, con dolor de garganta y oídos, y la humedad de la noche no me sentaba bien. Entonces había muchos voluntarios y a mí solo me necesitaban de tarde en tarde.

La mayoría de las prostitutas eran del este de Europa y muy jóvenes. Solían ir vestidas de forma atrevida y aniñada, casi siempre de blanco, aunque fuese invierno. También había nigerianas que iban con chándal, porque pasaban mucho frío. Los travestis y transexuales se situaban en la parte sur de la ciudad, a lo que llaman la Pasta, porque hay una fábrica de este producto alimenticio. Cuando empezó la crisis económica hace una década, dejaron de deslumbrar en las carreteras con sus ropas claras. Muchas se fueron a otros países o al suyo propio si tenían hijos o familias que las esperaban, aunque en ocasiones volvían a España porque no se integraban en su lugar de origen. En la calle ya no queda casi nadie, también debido a los años en que fueron perseguidas por su actividad.

Actualmente, mi voluntariado, como el de las demás, consiste, básicamente, en salir por las mañanas por los pisos y calles o plazas céntricas donde ejercen. La tarde del lunes y la noche del jueves nos alternamos para ir en la rulot, porque así las chicas que están en las carreteras se pueden sentar un rato y tomarse una bebida caliente. También en los clubes, Mari Ángeles les informa de la importancia del uso de métodos de protección para evitar contagios de enfermedades sexuales, de los anticonceptivos y de las pruebas analíticas, que se pueden hacer anónima y gratuitamente en el CIPS. Como sigue siendo una actividad no reconocida, carecen de Seguridad Social y de cualquier derecho como trabajadoras. Por esta razón, se encuentran en una situación muy vulnerable, pues su trabajo no existe legalmente.

El poema que incluyo a continuación fue mi fuente de inspiración para narrar las historias de estas mujeres, haciéndolas irreconocibles, cuando lo leí en un tablón de la nueva sede de la ONG. Lo escribió una antigua colaboradora:

VAGANDO POR LOS CAMINOS MÁS OSCUROS

Vagando por los caminos más oscuros,

los vuestros y los de otros,

jugáis a ser artistas,

las estrellas de un arte de la noche

cuando no hay otro arte que os espere,

vagáis por las soledades,

las vuestras y las de otros,

en carreteras y periferias de ciudades

con una oferta de ilusión y fantasía

de dependencias y afectos

por necesarios tan solicitados,

la ilusión del poder que nunca nos da nadie.

Ilusiones vuestras y de otros

y también nuestras y de todos

en esta sociedad prostituida

en la que todo es susceptible de convertirse en negocio.

Vagáis por tantos mundos solitarios

en el negocio de la compañía

hartas de vuestra pobreza

y la de vuestras madres que os esperan muy lejos

haciendo como que no saben.

Perfumadas y maquilladas con brillo para el escenario,

después de colocadas las botas de altas plataformas,

la cazadora dorada

o blanca de capucha ribeteada en piel

y ajustadas las medias de encaje y las faldas acortadas

(son los dictados de vuestra propia estética),

cogéis un bolso pequeño donde caben el dinero,

el maquillaje

y los preservativos que os reparte una ONG

vagando con vosotras por el mundo de la noche

en su lucha contra vuestro deterioro.

Parece escandaloso que se venda el cuerpo

que tocamos o vemos

pero no que se vendan traiciones a los demás

o nuestras convicciones más profundas

y todo lo que es intangible.

 

Autora: Áurea López

Mi trabajo, fundamentalmente, ha sido la enseñanza hasta que me jubilé en el año 2017 en Alicante (España). Combiné mi profesión realizando recitales poéticos, puestas en escena y exposiciones; así como colaborando en proyectos socioculturales, en periódicos y revistas, tanto en publicaciones españolas como inglesas, pues durante varios años viví en Inglaterra y Estados Unidos. En estos países estudié y trabajé como profesora, traductora e intérprete.

Escribo desde niña, siempre buscando nuevos medios y formatos innovadores para la expresión. Debido a mi dilatada dedicación a la Literatura he publicado algunos libros y recibido diferentes premios.

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El libro completo en PDF Voluntarias en la Noche puede descargarse en nuestra biblioteca

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