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Soy un Dios en un mundo carne.

Miro sobre las extensiones de este mundo que soy.

Me miro.

Observo sus bosques,

sus desiertos y sus cauces.

Percibo el borbotón de cientos de ríos sangrientos,

Ellos llevan sus aguas

a confines innombrados por mí.

En cada rincón,

células y bacterias han salido de pesca.

Cosechan frutos, cultivan sus huertas.

Acaso piensan en su Dios,

acaso me piensan.

Acaso rezan.

Creerían ellas que en algún lugar

está este ser

que escucha sus plegarias,

ése que lee en su corazones

los pensamientos más íntimos,

que conoce sus sombras

y sus culpas.

La tarde va cayendo.

Coloco mi silla de cara al horizonte.

Mi cuerpo enmudece,

mas mi mente rechaza el silencio.

¿Qué hacés?, alguien pregunta.

Esta interpelación no es inocente.

Nada, respondo.

Y me callo

para no explicar,

para no teorizarme,

y no derrotar con las palabras

el fluir del viento

que ingresa en mi torrente sanguíneo

y se hace mundo dentro mío.

Y me quedo siendo

un universo completo,

abundante en vacío.

Partículas subatómicas navegan como satélites.

Mis átomos son planetas.

Me voy habitando

en una calma de intermundos.

 

Autora: Gisela Baldin

Imagen de Puri Salvi

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