Linyera
Hoy, al salir de casa, nos miramos con un linyera que estaba debajo de los carteles publicitarios. Yo tenía una bolsa de consorcio para tirar, y el container de basura estaba justo enfrente de él, abajo de la vereda. Lo miré un poco, tratando de no hacerlo, y me pareció que no era como todos los otros linyeras que veo por semana, que son fáciles de no ver, basta con subir la mirada hacia los techos y listo, aparecen pajaritos, cables pelados, en fin: cosas perfectamente tolerables.
Entonces abrí la boca de la mole negra y revoleé mi basura, casi como si estuviera dentro de un western. Era plena mañana: ¿qué hacía esta mujer de lentes sacando la basura a cualquier hora?, se preguntarían los vecinos. A él seguro no le dedicarían ningún pensamiento.
La verdad es que me había levantado tarde y no había nada para desayunar en casa, ni un pedazo de pan ni media pera. No, así que caminé hasta el supermercado chino llevándome la mirada del hombre. Recorrí los pasillos y metí en mi canasto pan y un budín, y también unas galletas tipo biscochitos y un yogur.
Cuando volví, pasé por al lado del pedazo de cartón del hombre barbudo. Quería preguntarle cómo estaba pero vi que tenía parte de la pierna vendada, el muslo moteado de llagas y una cerveza contra uno de los paneles del cartel. Le pregunté si quería galletas. Dijo que justo pensaba en eso: en comer. Se las alcancé. Le pregunté qué le había pasado y me dijo que le había explotado una garrafa, que se había quemado y que volvería al hospital al día siguiente. Me di cuenta de que tenía el pantalón roto y que se le veía la pija. No llegué a ofrecerle el yogur. Caminé unos pasos más y me metí en la casa. Estaba muy impresionada. Fui hasta mi alacena, saqué un paquete de biscochitos. Comí mirando las hojas del patio.
Al par de horas abrí la puerta de casa y descubrí que el hombre barbudo se había ido. Apoyé el cartón de la caja de la aspiradora que compré hace dos semanas, y me senté como una buda. Veo cómo me mira la mujer de los ray bans del loft de enfrente. Ahora voy a tener que esperar a que me crezca la barba.
Autora: Ulla Szaszak
Es Magíster en Estudios Literarios Latinoamericanos por la Universidad Tres de Febrero (UNTREF), Licenciada y Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Se desempeña como docente en los niveles secundario y universitario y desde 2016 coordina los talleres de escritura creativa Pez Voluble. Tiene una nouvelle inédita llamada "Un mundo resplandece" y se encuentra en el proceso de redacción de una nueva.