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(“¡Cómo le rompimos el culo a las gallinas!”) Yo te contesto moviendo la cabeza, vos no paras de hablar, pero me cuesta mucho seguirte la charla. Me distraigo con tu boca, con tus labios brillantes por la grasa del salame picado grueso, te encanta, no paras de comerlo, agarras rodaja tras rodaja.


(“Es increíble, qué partidazo, me gané un asadito”). Estás Feliz, tu sonrisa amarillenta por la cajas de puchos que te fumas todos los días, hoy me parece hermosa.(“Traete el otro vino”). Voy, mientras seguís hablando del partido, que por extraña razón hoy no me importa una mierda.


Me importaba hasta que llegaste, sobre la hora, todos se habían bajado de la juntada y quedamos nosotros dos solos por primera vez. Llegaste con tu camisa celeste a media abrir, el rosario se te enredaba en los pelos del pecho, se perdía en tu escote. Me saludaste con un abrazo y cuando te oli, me chupó todo un huevo, un olor empalagoso, mezclado con todo tu día. Saboreé en los labios la sal de tus cachetes. Subimos, vos te quejabas que el ascensor no funcionaba, que el tráfico era un desastre, que te peleaste con un taxista, que una vieja de mierda no sabia usar la SUBE. Yo te escuchaba, y todo me parecía increíble y muy gracioso.


(“Dale ¿Por qué tardas con el vinito?”). Lo destapo y nos sirvo, provocó el rose de nuestras manos a propósito, la reacción va directo a mi pija, que se pone dura y caliente, me empapa la entrepierna y el boxer. (“Estás medio pelotudo ¿Qué te pasa?) (“Nada, un partidazo ¿no?”). Me siento rápido, para que no te des cuenta como me aprieta la pija el pantalón, siento que el jean va a estallar. Con mi pregunta te volvés a distraer hablando de como jugó Izquierdoz, y veo esa boca gruesa, te huelo dulce y ácido, veo ese pecho lleno de pelos. Y que ganas de lamerlo, que se me llene de sal la boca, que me tenga que tomar tres litros de vino, y después dormirme encima de tu rosario.


(“Che ¿Pedimos una Fugazzeta rellena de jamón?”). Agarró el teléfono y llamó, puteas porque van a tardar más de una hora y que el salame no te alcanza. (“Tengo unas aceitunas”). Me siento una geisha, obedezco, cumplo todos tus caprichos, quiero satisfacer todos tus deseos.


(“¡Uy que genio sos!”) agarrás una aceituna con esos dedos gruesos, curtidos, con las uñas comidas y te la metés en la boca. Tus labios ahora brillan por la salmuera, veo las partes de la aceituna despedazada entre tus dientes mientras te sacas el carozo y lo dejas en una servilleta. Y qué ganas me dan de ser yo esa aceituna, que me rompas todo, que me despedaces. Qué ganas de ser tu geisha, que me agarres la cara con esa mano grande y me comas la boca. Que me sujetes de los pelos, sin mirarme a los ojos me hagas ir bajando, así bruto como sos, te desabroches el pantalón y agarres esa verga gruesa. Y chuparla, sentir la acidez, atragantarme hasta las lágrimas y tu mano firme tirándome de los pelos.


(“Che ¿No vas a morfar?”) (“No, después se me va el hambre ¿Cómo está tu mujer?”). Empezas con tu monólogo de vuelta, están mal, no cojen nunca, pero con tu compañera sí y no para de darme envidia. Te pegaría una cachetada para que te calles, me chupa un huevo como te cojes a María. Quiero que me cojas a mi, que con desesperación me desprendas de tu pija, me tires boca arriba. Me pegues un cachetazo mientras te escupís la pija para meterla. Te cargues mis piernas a tus hombros mientras me cacheteas la cara y dejas caer un hilo de baba hasta mi boca.


(“Vos ¿Cómo estás con Vanesa?”) Me sacás de mi fantasía y me preguntas por ella, me pinchas el globo y caigo a la tierra, el golpe me despierta. (“Bien, seguimos buscando, pero nada ¡Que partidito eh! que lindo gol el de Bennedeto ¿no?”).


Te distraigo otra vez, no quiero salir de mi burbuja, quiero que me llenes de leche. Después de sacarla, te sientes en mi pecho mientras te pajeas y yo esperando a que acabes, ansioso.


Suena tu teléfono y discutís con tu mujer, le gritas, le decis que es una conchuda y cortas. (“Me tengo que ir te dejo la plata de la pizza, no puede ver que la estoy pasando bien, dice que nunca estoy con mi hijo, la misma historia de siempre”).


Te acompaño hasta abajo, te abro y me abrazas otra vez. Aspiró todo lo que puedo tu olor, no quiero que me abandone, vuelvo a subir embriagado por ese perfume barato y el olor a transpiración. Prendo la tele y pongo el resumen del partido, lo veo como si fuese en vivo. Tocan el timbre y me ilusiono ¿Volviste desesperado a buscarme? ¿Te escapaste de aquella para estar un poco más conmigo? Atiendo el portero eléctrico, la voz robótica me dice Delivery.


 

Autor: Facundo Nahuel Gutierrez

Nací en 1988, en Flores. Desde muy chico me interesó la escritura, por desgracia a mi abuela más, se empecinaba a sentarme horas y horas a practicar una caligrafía que nunca mejoré. Escribía cuentos a escondidas hasta que fui a la psicóloga. Ahora solo escribo poesía a escondidas como para hacer algo escondido. Estudio artes de la escritura en la UNA.


Instagram: @facnahu


Imagen de Daniel Jaen tomada de Acá

Instagram @danieljaenart




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